"EL SUEÑO DE LA RAZÓN PRODUCE MONSTRUOS". "THERE IS BEAUTY IN PAIN, TOO"

8 jun 2014

VAMPIRE HEART

El cielo anunciaba tormenta. Los silenciosos resplandores de los relámpagos personificaban la calma que precede a la tempestad y eran la única luz de que disponían, ya que el manto de nubes tapaba la luna llena. Un extraño silencio se cernía sobre el cementerio cuando Jess se reunió con Jirou una noche más. 

Sin apenas cruzar palabra, se dispuso a ocupar el mismo puesto que la noche anterior. Pero cuando se dio la vuelta para internarse en el bosquecillo, Jirou la agarró de la mano. Se giró, devolviéndole la mirada. Entonces él tiró de ella hasta que quedaron muy cerca y se apoderó de sus labios de forma impaciente en un beso que, a decir verdad, no era del todo inesperado. La agarró de la cabeza, tirando el sombrero al suelo, acercándola más a él. La chica no se resistió, pero se apartó de inmediato al notar el contacto con sus afilados colmillos. Él se limitó a seguir mirándola. 

- Esta noche iremos juntos – decidió. 

Se internaron los dos en el bosque, en espera de alguna señal. El vampiro se movía, inquieto, de un lado para otro, con la espada desenvainada. Jess se mantuvo inmóvil, con una serenidad producto de interminables noches en vela, tratando de apartar cualquier pensamiento de su mente, escudriñando las sombras. Y lo vio. Echó a correr hacia la capilla, sin siquiera avisar al vampiro, a quien pilló desprevenido. Para cuando escuchó su voz gritando “espera, Jess” ya estaba demasiado lejos. 

Entró en la iglesia. Los truenos retumbaban y su sonido parecía más amenazador que nunca. Tuvo tiempo de ver a Jirou con la espada en la mano, a través de la puerta que había dejado abierta, antes de salir corriendo otra vez. Había escuchado esa horrible risa de loco en el sótano de la capilla. Estaba demasiado cerca, ya no podría escapar. Bajó las escaleras, oyendo el eco de los pasos de Jirou tras ella. Recorrió los últimos metros y entró en el sótano. Casi inmediatamente después, la puerta de hierro se cerró a sus espaldas. 

Todo era oscuridad. Se apresuró a sacar el arma y permaneció alerta, observando cada rincón. Al otro lado de la puerta, Jirou gritaba y descargaba golpes contra el metal, sin éxito. Y justo en el momento en que un relámpago iluminó brevemente la estancia, escuchó de nuevo esa risa y el asesino apareció ante ella. Solo fue un instante. Disparó, pero había desaparecido. El vampiro gritaba su nombre. Entonces, algo pesado cayó sobre ella y sintió un dolor muy intenso en el cuello. Con cuidado, palpó con los dedos: estaban manchados de sangre. La había mordido. Con mucho esfuerzo, se levantó y lo vio de nuevo. Estaba escupiendo los restos de piel y carne que le había arrancado. Acto seguido la golpeó, por lo que volvió a caer al suelo. Jess lo miró con pánico desde allí, porque se había dado cuenta de que ya no podría volver a levantarse o alcanzar el arma. El asesino avanzó hacia ella y no pudo hacer nada salvo cerrar los ojos, resignándose a morir. 

Para cuando Jirou logró entrar en la habitación, el asesino se había marchado ya. Pero no fue eso lo que le preocupó en un primer momento. Paseó la vista por el sótano, con la ansiedad pintada en la cara, desde el arma olvidada en un rincón hasta el montón de ropa destrozada esparcida por el suelo. Al fin, encontró a Jess y corrió hacia ella, sorprendido de no encontrar un cadáver. Examinó lo que quedaba de ella con verdadero horror: los golpes amoratados, las profundas heridas, los arañazos enrojecidos, los mordiscos, la sangre entre sus piernas. 

Jess fue vagamente consciente de que la cogió en brazos y la llevó hasta el tejado. La tumbó y le sostuvo la cabeza para que pudiera verle, rodeándola con sus brazos. A ella le costaba mucho respirar; tenía la garganta destrozada. La lluvia helada caía sobre ambos; la chica estaba desnuda y temblaba incontrolablemente. El vampiro la miró con infinita tristeza y ella se dio cuenta de que estaba recordando a su hermana. Entonces supo que solo le quedaba una salida. 

- Muérdeme – le pidió. 
- Jess, no – dijo, cansado – Debes ir junto a tu hermana, junto a Mark. 
- No me dejes morir como a ella – se le acababa el tiempo y sentía miedo – Por favor, hazlo. 
- ¿Por qué? – preguntó. 
- Porque te quiero – respondió. 

Reuniendo sus últimas fuerzas, se levantó y lo besó, dándole a probar su sangre en el proceso. Ya no tenía opción. Jirou le apartó el pelo mojado hacia atrás, recorrió la piel de su cuello con el dedo hasta un lugar en el que no había heridas. Se detuvo en un punto y clavó sus colmillos en la piel de la chica, que dejó escapar un gemido ahogado y se abrazó a él. Cuando acabó, la miró a los ojos y después la besó de nuevo, dulcemente, hasta que su respiración entrecortada le hizo detenerse. La recostó lentamente sobre el tejado y antes de quedar completamente tendida, Jess sintió algo muy frío traspasando su interior. Tosió, expulsando sangre, y con mucha dificultad, se miró el pecho: la espada de Jirou estaba allí clavada, atravesando su cuerpo. 

- Perdóname, Jess – en los ojos del vampiro brillaba un destello de compasión. 
- No... – alcanzó a decir ella, con su último aliento. 

Algo húmedo cayó sobre el rostro de Jess, algo que no era lluvia. Las lágrimas de ambos se mezclaban. Jirou se inclinó sobre ella para besarla. Un beso con sabor a sangre, bajo la lluvia. El último beso, entre sangre y lágrimas. Después, la cubrió con su capa, se puso su sombrero, recuperó su espada y, de un salto, desapareció en la tormenta.

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